INMUTABLE
Mi
cuarto en el palacete modernista de Sant Gervasi era tan sórdido que
parecía de otro barrio. Además Adrià Frument, hijo, me asaltaba
día sí día también. Menos mal que yo tenía mis truquitos para no
quedarme embarazada. Allí limpiaba las vidrieras emplomadas, fijaba
en alto las ventanas para airear las estancias y daba esplendor a la
colección inmensa de metales. En cuanto ahorré lo suficiente me
vine a Wiesbaden, la Niza del Norte. Trabajo en un balneario. Aquí
cuento con dos grandes bazas para que mi vida mejore a partir de este
año que ahora comienza: las nociones de alemán adquiridas durante
mi tercera filología y la certeza de que al administrador no le
interesan nada las mujeres. Así que bienvenido o willkommen 2020.
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